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MARÍA, NUESTRA SEÑORA DE LA PASCUA

Juntas vamos a ponernos bajo la protección de la Virgen, la mujer fuerte que supo permanecer de pie con dolor y en soledad cuando todos flaquearon y huyeron...

 

María, Nuestra Señora de la Pascua

Mi alma engrandece al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios, mi Salvador (Lc 1, 47)

 No sabemos si aquella mañana del domingo visitaste a tu Madre, pero estamos seguros de que resucitaste en ella y para ella, que ella bebió a grandes sorbos el agua de tu resurrección, que nadie como ella se alegró con tu gozo y que tu dulce presencia fue quitando uno a uno los cuchillos que traspasaban su alma de mujer.

No sabemos si te vio con sus ojos, mas sí que te abrazó con los brazos del alma, que te vio con los cinco sentidos de su fe.

Ah, si nosotros supiéramos gustar una centésima parte de su gozo.

Ah, si aprendiésemos a resucitar en ti como ella.

Ah, si nuestro corazón estuviera tan abierto como estuvo el de María aquella mañana del domingo

(José Luis Martín Descalzo, Bilbao 1930-1991, sacerdote y escritor español).

MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA:

La cristiandad entera dedica el mes de mayo para agasajar a María, Madre de Dios y Madre nuestra. Y lo más importante es, sin duda, el reconocimiento de que María es el ser humano más afortunado de entre toda la estirpe surgida de Adán y Eva. Tuvo la enorme ventura de ser elegida por Dios como santuario y tabernáculo para que se desarrollase la Encarnación del Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Fue madre solicita y cariñosa –como todas las madres—del Niño que iba a cambiar la historia de la Humanidad. Y, también, dentro de la sorprendente –desde el punto de vista humano— acción del Mesías para llegar a la Redacción, tuvo que sufrir las espadas que rasgaban su corazón. La Iglesia, enseguida, desde el mismísimo siglo primero, entendió la importancia de María Virgen, la Madre de Jesús, en la construcción de la nueva Asamblea de hermanos. Y es que, según acredita el Evangelio de Juan, cuando, al pie de la Cruz, Jesús moribundo, convierte a María en madre de toda la humanidad y San Juan recibe, en nombre de todos, el título de hijo. Con ello, el Salvador había institucionalizado una posición notabilísima de María en la construcción permanente de la Iglesia. No es extraño, pues, esa presencia jubilosa de Nuestra Señora a lo largo de toda la historia del Pueblo de Dios.

LA HUMILDAD DE LA VIRGEN: 

La Virgen fue humilde. Guardaba muchas cosas en su corazón. No las expresaba. No saquemos a María de su humildad gozosa. Y no caigamos en ninguna trampa auspiciada por el enemigo de siempre. Es posible que nuestro amor y nuestro agradecimiento por la intercesión amable, amorosa y humilde María nos lleve a quererla sacar de su auténtico ámbito. El mismo Concilio Vaticano II lo definió esta realidad de manera magistral dice: “En la Santa Iglesia María ocupa el lugar más alto después de Cristo y el más cercano a nosotros” (LG, 54).

Si más de una vez muchos han querido borrar la humanidad de Cristo de su conjunto de Hombre Dios, por un enloquecido desprecio hacia la materia, hacia la condición humana, no sería de extrañar que algunos “espiritualistas” quieran desdibujar la humanidad de María, su maternidad de mujer, su capacidad intercesora y su puesto humilde –porque ella lo quiere así—en el muy especial y gozoso misterio de la Redención.

Valgan todos estos argumentos –tal vez muchos y largos—para reivindicar el especial culto a María en el Mes de Mayo. Acerquémonos a María con humildad y confianza. Ella, muy especialmente, nos ayudará a ir a Jesús Resucitado y sentado a la derecha del Padre, a comprenderle más y a desear mucho más que sea el Rey de nuestras vidas. Porque ya sabe: siempre a Jesús por María.

¡María, Nuestra señora de la Pascua, ruega por nosotros!

(De diversas fuentes de internet, recopiladas por P. Gustavo Quiceno.mxy)

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